TEATRO: TODOS ERAN MIS HIJOS de Arthur Miller


Dirección: Claudio Tolcachir
Carlos Hipólito. Gloria Muñoz. Fran Perea. Manuela Velasco. Jorge Bosch. María Isasi
Todas las guerras tienen una postguerra , como todas las heridas cicatrices.
Y también todas las guerras, todos los conflictos que afectan a la humanidad, tienen sus cronistas.
Algunos son capaces de escribir documentos. Otros clásicos. Arthur Miller es uno de estos últimos.
Todos Eran Mis Hijos habla de temas universales:
La pervivencia de la culpa.
La vida con una mentira. Su necesidad para seguir.
La familia, real o falsa, los lazos de sangre, verdaderos o impostados.
El juicio a los demás.
El dolor . El daño. El amor. El silencio.
Y todos ellos con la capacidad para crear una estructura dramática de un artesano, donde la tensión se dosifica de forma perfecta y asistimos poco a poco al desarrollo del conflicto.
Quizás en esta limpia versión, muy bien reducida a noventa minutos, se pierda cierta densidad que haga excesivamente acumulativo algún efecto, pero no importa. Todo Miller, todo Todos Eran Mis Hijos está aquí.
Dice en el programa de mano Tolcachir que , con un texto así, es suficiente ponerlo en marcha. No estoy de acuerdo. Siempre ha habido clásicos destrozados. Hacen falta por lo menos dos cosas más:
En primer lugar, un conjunto de actores capaz de hacer sentir el texto con todos sus matices, sus esquinas y sus contradicciones. Carlos Hipólito se ha convertido ya en uno de los grandes como lo fueron Rodero o Bódalo; tenemos la suerte de verlo todas las temporadas y es capaz de afinar en cualquier estilo o genero, y en todos con una creación única. No conocía teatralmente a Fran Perea, la sorpresa ha sido grande; está ágil, frágil, inseguro, doliente, humano. La frescura que Manuel Velasco mostró en algo tan alejado como Rec llena aquí cada una de sus palabras y movientos. Pero querría destacar a Gloria Muñoz en posiblemente el personaje más difícil y para cuya interpretación no consigo encontrar palabras; sólo verla "estar" traslada toneladas de sentimiento.
En segundo lugar, hace falta una dirección matizada, cuidada, puntillista e inteligente, capaz de conjugar las escenas de conjunto con la intimidad de otras y, sobre todo, de hacer llegar al público a la verdadera emoción, al tiempo que se traslada correctamente la lectura de la trama. Tolcachir lo hace con un absoluto respeto a la obra , pero, sobre todo, con un gran amor al teatro.
Y es que, para todos aquellos que somos felices cuando nos sentamos en una butaca, esta es una ocasión para darles a todos ellos las gracias.
Todos Eran Mis Hijos estará en el Teatro Español hasta el 31 de octubre. No os la perdais.
Es teatro, teATRO, TEATRO.
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