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El universo de Mateo Diez es único, se mueve en una mezcla de literatura y niebla, donde el tiempo y la realidad son una masa arcillosa capaz de crear poco a poco las acciones y los perfiles psicológicos de sus personajes, consiguiendo generar narraciones que dan siempre la sensación de que no lo son.
Su lenguaje es de una riqueza apabullante, que se manifiesta por igual en precisión y metáforas. Un recuerdo cervantiano que remite a los mejores referentes de la lengua española .
Dentro de esta definición, decir que su mundo, el de todas sus piezas, se crea como un tapiz global, en ocasiones más o menos interesante en la anécdota, pero siempre coherente con el hecho de trasladar una imagen , un entorno, un, una vez más, universo propio perfectamente reconocible.
En Pájaro Sin Vuelo, más que esta pequeña odisea de un día, el relato se centra en la definición de un personaje de voluntad débil, de esos seres humanos que se dejan llevar por la vida, incluso cuando esta les pone ante las mayores disyuntivas, y con él vamos recorriendo pasado y presente, porque para Mateo Diez uno es siempre consecuencia del otro, y el futuro es siempre incierto.
Y en todo, entre esa niebla que antes citaba y que en ocasiones confunde o más bien funde, realidad y sueño, aires de cuento y de leyenda, anclando las raíces de lo que somos, de lo que es nuestro entorno.
Literatura, sueño, recuerdos, bruma.
Y la pluma del que es, sin duda, uno de nuestros mejores prosistas.
Público
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