NOVELA: EL VINO DE LA SOLEDAD de Irene Nemirovsky

Salamandra
221 páginas

Después del descubrimiento de Suite Francesa, la novela más larga de Irene Nemirovsky, su joya póstuma, he ido leyendo todas las obras que Salamandra ha ido recuperando, pequeñas piezas que , leídas como un conjunto, tienen la virtud de trazar un mapa histórico y social de la Europa decadente de principios de siglo, sin duda fruto de una visión y educación cosmopolita, pero también de la capacidad de análisis de una mente despierta y una escritura precisa.
La época de las guerras y las revoluciones, se nos muestra como un paisaje agotado, como una etapa ya caduca donde el placer se había convertido en desgana y los sentimientos se movían como una parte más del atrezzo.
Y esto es importante: Nemirovsky no se queda sólo en el entramado histórico que tan bien recoge, sino que es capaz de avanzar el desarrollo psicológico de sus personajes, siempre navegando entre incertidumbre y ansiedad.
Supongo, una vez consultada la biografía de su autora, no precisamente feliz , especialmente en una infancia marcada por la ausencia de amor, que hay mucho de su mundo personal en su elección de las relaciones a narrar, siempre marcadas por deseos enfermizos de cariño y venganza, y la incomodidad de encontrar dentro de uno mismo un cruce de sentimientos entre la luz y la oscuridad; lo que me hace pensar así es además la sinceridad y la lucidez con que se describen esos procesos interiores, difícil de imaginar si no se ha vivido.
Dentro de su dolor, la piedra de toque , fue la relación con su madre que nunca le concedió el papel de hija.. Seguramente como respuesta, Nemirovsky publicó una breve bofetada, El Baile, que era una venganza, sin duda cruel, pero certera, perfecta; en ella no había hueco para la compasión ni para intentar comprender.
En El Vino De La Soledad, recupera esa anécdota, pero lo hace con una mayor elaboración, más extendida en el tiempo y dando lugar a un desarrollo más amplio de la evolución de los personajes, sus dudas, sus miedos, sus necesidades. Lo que se pierde en contundencia, se gana en narración y en el perfil de los protagonistas, en especial de Elena, a la que conocemos desde su infancia hasta su juventud, desde su dependencia hasta su libertad, y con la que recorremos la confusión, el dolor , el odio , la venganza y algo parecido al perdón.
Sólo por poner una pega, que ciertamente no lo es, es que cuando la novela se vuelca, en su última parte, en el interior de sus personajes, ubicados en el hastío social, siento ese hastío y echo de menos  el colorido del paisaje ruso o finlandés.
No sé si quedan aun muchas obras de Nemirovsky en el cajón, espero que sí, porque cada una de ellas es un verdadero regalo para todos aquellos a los que nos gusta que nos cuenten bien buenas historias.

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