CINE: MOONRISE KINGDOM de Wes Anderson

USA 2012
Bruce Willis. Edward Norton. Jared Gilman. Kara Hayward. Fred Murray. Frances McDomand. Tilda Swinton. Harvey Keytel

He leído en algún sitio que Wes Anderson dice que Moonrise Kingdon no es la aventura que ha vivido de niño, sino la que le hubiese gustado vivir.
Se entiende: esta delicia, esta cuento/ comedia, contiene todos los referentes que cualquier niño puede soñar a la hora de elegir una verdadera aventura digna de Enyd Blyton, amor romántico, huidas por el bosque, una noche en un paraje solitario, camaradería e incluso una espantosa tormenta, una isla, un faro, un mar que surcar y unos adultos que nunca están a la altura y que en ocasiones no pasan de lo ridículo, aunque finalmente también ellos se hagan perdonar, y por supuesto, un magnífico happy end propio del mejor Roal Dahl ( de quien no olvidemos que Anderson adaptó Fantástico Mr Fox ).
Personalmente creo que el mayor valor de Moonrise Kingdon surge del hecho de que, tanto desde el guión como desde la realización, se consiga poner esto en pie pero alcanzando mágicamente adoptar esa mirada infantil, es decir, evitando cualquier asomo de nostalgia y trasladando al espectador una realidad, tan contundente como cualquier realidad, aunque constituya un mundo propio.
Y aquí llegamos a otro de los puntos que hacen de esta una película totalmente diferente. Si Anderson en su cinta anterior, la ya citada Mr Fox , apostaba por el cine de animación, aquí deja claro desde el comienzo que le ha cogido el gusto, y consigue algo tan difícil como ( a ver si consigo explicarlo ) vestir de animación la realidad. El decorado de la casa de los Bishop con el que entramos en el film, parece una casa de muñecas si no fuese porque está habitada, los vestido sesenteros recuerdan a personajes de comic, y a partir de ahí, toda la película se mueve entre colores imposibles y encuadres que parecen reducir sus elementos a la categoría de juguetes. Creo que es de las ocasiones en que se puede asegurar , con mayor acierto, que nos encontramos ante un mundo propio creado por su autor, con la ayuda de una dirección artística que, estoy seguro, ha sabido interpretarle al cien por cien.
Junto a ello, Anderson adopta una caligrafía explicativa, ligera en apariencia, sensible ( que hermoso ese plano de los dos protagonistas disfrazados de animalitos en la torre de la iglesia, sentados bajo la lluvia ) perfecta, explicativa, sin sofisticaciones aparentes en la que incluso aparece un narrador. Y, sobre todo, una libertad absoluta.
El conjunto es absolutamente singular, a pesar de estar trufado de múltiples referencias reconocibles y quizás esa capacidad de interpretación sea otro de sus aciertos.
No en vano, los directores de cine buenos tienen mucho de alquimistas.
El resultado, lo dicho, una delicia. No sé si moderna, pero sí totalmente diferente.

Público

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