TEATRO: LIGAZÖN de Valle Inclán

RESAD
Dirección - Mathilde Rambourg
Intérpretes - Elena Esparcia. Pablo de la Chica. Javier Carramiñana. Haizea Aguila Mínguez. Antonio Jiménez

Dos notas de introducción:
1.- Dentro de los Veranos de la Villa, sus organizadores han programado en el Cuartel del Conde Duque una de las iniciativas teatrales más interesantes de las últimas temporadas; me refiero a Fringe Madrid, una muestra teatral plural y dinámica que acercará proyectos que, como el que nos ocupa, pocas veces pueden acceder a públicos mayoritarios. Enhorabuena. Sólo pido que no se limite a una época del año en la que además, por otro lado, muchos salimos corriendo de la capital. En cualquier caso, una excelente aventura.
2.- Precisamente por ello, aunque esta obra tuve la suerte de verla hace tiempo en la RESAD ( creo que es algo así como un trabajo de tercero de dirección ), hablo ahora de ella: si desde este humilde trozo de ciberespacio puedo contribuir a que alguien salga corriendo a por sus entradas, estupendo.
Y ahora vamos al grano:
Valle Inclán, se ha dicho hasta la saciedad, es uno de los dramaturgos más difíciles de poner en pie, pero si en sus piezas mayores esa dificultad suele asociarse con la envergadura, en sus obras menores ( en duración ) lo es por la densidad y el simbolismo que las recorren y que hacen de sus textos artificios literarios de mejor absorción en la lectura o que precisan de una imaginería visual muy potente para ponerlas en pie.
Por lo tanto, la elección de Ligazón denota una clara vocación de riesgo. Además se opta por un modelo de, llamémoslo así, adaptación respetuosa, ya que, sin que me parezca que se cambia una sola coma del texto, si se opta, aunque con alguna atemporalidad, por una reconocible actualización de algunos tipos, en especial el afilador y la alcahueta, ambos muy logrados.
Asimismo, se utiliza abiertamente un artificio casi de juguete mecánico, tanto en la inteligente escenografía como en sus recursos sonoros e iluminación.
Como ya he dicho, el lenguaje no sufre modificación y así, lo que podía generar un contraste anacrónico, deviene en una ceremonia oscura, casi en una pesadilla, a la que tal vez le falte un poquito de brujería o de intencionalidad narrativa ( más el todo que las partes ) pero a la que también le sobran virtudes.
El conjunto sirve , en primer lugar para que nos sorprendamos por la modernidad de Valle, su atrevimiento, su ruptura con lo establecido.
Pero también para que disfrutemos de cuarenta minutos de buen teatro, arriesgado, nuevo y con destellos de genialidad, que nos llevan a estar tranquilos con respecto a los futuros talentos de nuestro país por lo que se refiere a las tablas.

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