NOVELA: ARRECIFE de Juan Villoro



Anagrama
237 páginas

Siempre he pensado que el buen género negro enclavado en el realismo, debe de ser un excelente exponente histórico de la sociedad en la que se desarrolla.
Por un lado, existe la necesidad de crear o representar un paisaje marco determinado, como teatro de operaciones, pero sobre todo, está el sustrato psicológico donde se encuentran los deseos, las angustias, las normas escritas o no y, en definitiva, las pautas de comportamiento de ese ámbito cultural. No hay nada que describa de forma tan determinante una sociedad como sus miedos y sus necesidades, especialmente aquellas y aquellos que pueden llevar incluso a matar.
No conozco Méjico más allá de las referencias comunes y las noticias que, desde sus páginas de sucesos, regala demasiado frecuentemente al exterior. Pienso en ese exhuberante país como un escenario colorista, brillante, desigual, capaz de grandezas y miserias, desmesurado, expansivo y críptico, cuna de civilizaciones crueles aun inexplicables y amalgama de nacionalidades, inteligente e infantil.
La novela de Villoro, reflejo de ese escenario, está escrita a brochazos, pero con la maestría del pintor que consigue que, en el resultado final, en el cuadro, junto con colores brutales, puedan distinguirse nítidamente los personajes y el suceso. Por momentos no es fácil seguir la trama pero tenemos la seguridad de que no por ello debemos de sentirnos perdidos, sino que lo que exige es otra forma de mirar, más abierta, más libre.
En ese escenario el contenido es universal: hablamos del turismo, de la necesidad de jugar al peligro, de esa nueva cursilería donde el viaje se tiene que convertir para un puñado de botarates en "una experiencia", como si la vida no fuese expriencia suficiente, y habla en definitiva de aquellos mundos que tienen que disfrazarse para que, lo que llamamos el "primer mundo" ( que lejos en ocasiones de la realidad en lo que a valores se refiere ) les arroje sus migajas. Arrecife tiene toda la fuerza y la inteligencia de un disparo bien dirigido. No están lejos algunos de sus conciudadanos como Ripstein y Bolaño.
Además, hay otros puntos comunes en la historia del género, y una es la melancolía de los perdedores, esos que son valientes, seguramente porque no tienen nada que perder y, a los que los buenos narradores suelen regalar un final, si no feliz dado que eso sería imposible, si que suponga otra oportunidad. Tony es sólo uno de todos los que pueblan este extraño lugar, la Pirámide, y él, como abanderado, como hombre casi sin pasado y con poco futuro, en un mundo alucinado, casi flotante, está ahí para recordarnos que la amistad puede ser la más compleja historia de amor.
Apetece brindar por su futuro, y por el de Laura e Irene.
Apetece volver a sumergirse en este agua, azul brillante, oscura pero llena de sol , que nos ha dibujado Arrecife.

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