TEATRO: MARIDOS Y MUJERES de Woody Allen


Director- Alex Rigola FOTO PROMO
Intérpretes-
Luis Bermejo. Nuria Mencia. Israel Elejalde. Elizabeth Gelabert. Alberto Jiménez. Marina Gas

En 1992,  cuando Woody Allen era todavía genial y su cita anual con el público, la esperábamos con mayor ansiedad y gozo que ahora, el director nos regaló la que seguramente quedará con el paso del tiempo como una de sus obras mayores , Maridos y Mujeres.
Poco después de concluirla, se separó de su entonces pareja, Mia Farrow , para unirse a una de sus hijas adoptivas. Escándalos al margen , muchos creyeron ver en esta cinta, desde una reflexión autobiográfica hasta una miserable venganza o mensaje a la mujer que estaba a punto de abandonar.
Ninguna de las dos opciones me parece interesante porque lo interesante es en este caso la obra en si.
Dotado de su máxima capacidad de observación, su claridad a la hora de trasladar la realidad y el humor que convierte en una herramienta no sólo de distancia sino de empatía y comprensión, creo que Maridos y Mujeres es uno de sus guiones más perfectos y una de sus realizaciones más sutiles.
Por lo tanto, cuando un hombre de teatro como Alex Rigola decide enfrentarse a este texto, existe ya una base de muy buena calidad de la que partir. Eso es en principio algo en lo que apoyarse, pero también supone un reto estar a la altura.
En lo que se refiere al resultado, voy a parafrasear la crítica de El País "comedia cum laude".
En primer lugar , existe un respeto absoluto al texto. Tengo la sensación ( no tengo ya tan presente la obra original ) que se han modificado algunas referencias geográficoculturales pero sin un error tan habitual como convertirlo en un remedo castizo, y también creo que al personaje central ( Allen en el film ) se le han despojado de aquellos tics inherentes a su propio yo, perfectamente reconocibles en su figura y que posiblemente en Bermejo sonarían impostados. Al margen de esto, la adaptación guarda toda su lucidez y su melancolía y es capaz de potenciar el humor , con la inmediatez del escenario, sin vulgarizarlo en ningún momento.
Ante la disyuntiva de como convertir el cine en teatro, Rigola opta por recalcar que lo que está haciendo es teatro, sin falsos efectos. Su principal opción es englobar al público como un personaje más, en una estructura circular ( con algunos espectadores incluso sentados en el "escenario" ) y unos actores que en ocasiones se dirigen a nosotros de forma directa.
La representación se sucede ante nuestros ojos y también ante el resto de los personajes que por momentos pasan a integrarse con el patio de butacas.
Y en esta dinámica, lo que sorprende es la precisión de los movimientos y su encaje absoluto con la palabra , medido todo al milímetro, precisamente para trasladar una sensación de frescura y agilidad que se mantiene durante toda la hora y media que dura el espectáculo.
Allen tiende a contar con una troupe de actores casi familia, en los que incorpora nuevas adquisiciones pero que va repitiendo de una a otra película; para esta pieza , Rigola ha optado también por la "familia Abadía" y creo que eso contribuye a trasladar una agradable sensación de camaradería , de juego entre amigos, pero amigos muy profesionales. Bermejo y Mencía dotan a sus personajes de personalidad propia, al margen de los referentes cinematográficos; Elejalde y Gelabert son dos apuestas sobre seguro siempre, no sólo correctos sino insuperables , igual que Jimenez; mi sorpresa, por desconocimiento personal, está en Miranda Gas, en su carisma juvenil, en su frescura y en su capacidad de desdoblamiento.
Lo dicho. Estoy seguro de que Woody Allen estaría orgulloso de esta versión de su obra.
Nos muestra y nos hace reflexionar sobre algo tan complejo como las relaciones de pareja y, en definitiva las relaciones humanas, la forma de reflejarnos en los demás y la melancolía de los recuerdos, el pasado del amor y el presente del amor cuando ha pasado el tiempo, la necesidad de vivir y la incertidumbre de no saber como.... y lo hace desde el humor, desde la sonrisa , porque no podemos olvidar que, frente a algo a veces tan complejo como la vida, el mayor arma del ser humano, un regalo que Dios nos dió, es la risa , algo que nos convierte en dioses porque , si bien no va a cambiar nuestro destino, sí nos permite mirarlo de frente.
Recordanos todo esto a golpe de comedia, casi nada.

Público'Maridos y mujeres' se verán las caras en La Abadía
  

Comentarios