NOVELA: SIEMPRE HEMOS VIVIDO EN EL CASTILLO de Shirley Jackson

Editorial Minúscula
222 páginas

Hay novelas que no sólo cuentan una historia sino que también tienen un aroma, trasladan algo que nos genera otras referencias, en mi caso ( cada uno tiene las suyas ) son cinematográficas.
Siempre hemos vivido en el castillo, me hace asomarme a un cine clásico, en blanco y negro, donde el miedo era algo escondido tras una puerta, en entornos en apariencia cotidianos; donde la oscuridad estaba en las almas y nunca sabíamos si las víctimas lo eran quienes pensábamos; en definitiva, unas  películas que, aunque en aquellas sesiones de tarde frente al televisor yo no lo supiese ( muy pequeño para conocer los géneros ) suponían un gótico americano.
Siempre disfrute de esa sensación de escalofrío, que alejada de los terrores sangrientos que después vinieron a ocupar las pantallas.
Pero volvamos a la novela.
No conocía la obra de esta autora pero he encontrado multitud de referencias; por lo visto es un clásico que algunos comparan nada menos que con Faulkner; lo cierto es que es fácil ver influencias suyas en muchas piezas posteriores del género, especialmente el afamado Stephen King.
Tras leer esta novela, puedo afirmar que, sin duda, se trata de una voz singular, tanto por la limpieza de su prosa como por la sutilidad de la narración.
También una perspectiva diferente. Quizás vinculada a la propia posición de su autora como persona diferente dentro de la sociedad media en una América profunda y puritana.
Así, en el caso que nos ocupa, asistimos de algún modo a la creación de la leyenda, el nacimiento de la casa encantada dentro de una comunidad, como elemento casi mitológico, pero lo diferente, esa perspectiva que antes citaba, es que está contado desde su interior, es decir, desde quienes para el resto serían los malditos.
Merricat y Constance son las dos protagonistas, involucradas en un trágico asesinato múltiple ocurrido seis años antes del comienzo de nuestra historia. Viven una vida tranquila, apartada, llena de pequeños detalles que convierten su narración en algo casi chejoviano . Pero a pesar del pasado, no son ellas, ni mucho menos , lo más aterrador que la novela, lo que produce el miedo, la violencia, son aquellos que denominaríamos normales.
Sin destripar nada más, sí quiero resaltar que esa crítica a lo habitualmente admitido, está también presente, de manera sutil, en las referencias a lo que fue la familia Blackwood antes de que llegase la tragedia. Podemos recordar otros clásicos como El guardián entre el centeno, al asomarnos a los tiempos en que todos estaban vivos, posiblemente en un entorno que no era el más adecuado para unas niñas.Aquí no es lo que se nos cuenta, sino lo que podemos intuir, que posiblemente sería suficiente para otra novela diferente.
La voz de Merricat, nuestra guía en esta historia, es una mezcla entre la realidad y el sueño, la poesía y la locura, fuerte y frágil.
Con ella, llegamos a un final que podría calificarse de feliz, entendiendo que, para asumirlo como tal, debemos de olvidar todos nuestros prejuicios al respecto. Algo que, por otro lado, no nos cuesta hacer, y es que la autora ha conseguido que la pequeña Merricat y su hermana se ganen nuestro corazón.
En conclusión, Siempre hemos vivido en el castillo, tiene, efectivamente, muchas razones para ser considerado un clásico; es una novela de género, singular, y excelentemente escrita por una muy buena narradora. Una voz diferente, pero sobre todo, una voz que ha conseguido lo que consiguen los verdaderos clásicos: dejar su huella en los que vienen detrás. Aunque no siempre se les recuerde como se debería.

Público  
    

Comentarios