TEATRO: ESPERANDO A GODOT de Samuel Beckett

Director- Alfredo Sanzol
Intérpretes - Juan Antonio Lumbreras. Paco Déniz. Pablo Vázquez. Juan Antonio Quintana. Miguel Angel Amor.

Quiero comenzar con un reconocimiento: algunas veces he sido crítico con respecto a los criterios de programación de los teatros públicos, donde no en pocas ocasiones se presentan arbitrariedades difíciles de justificar.
Sin embargo considero que , sin un afán arqueológico, la reposición de clásicos modernos, que han influido en el desarrollo posterior del género drámatico, como es el caso de Esperando a Godot , apoyan por si misma la vocación didáctica que cualquier centro de estas características debería tener.
Lo digo a pesar o consciente de las personas que , en la representación de ayer tarde en el Teatro Valle Inclán , abandonaban la sala antes de su conclusión ( ¿pero que pensaban que iban a ver?).
Y es que, sin duda, Esperando a Godot es una pieza difícil.
Pero también , y por encima de todo, una pieza única.
Se ha escrito tanto sobre su significado ( algunos han creido ver en ella una recreación del infierno; otros argumentan que Godot se refiere a God - Dios - y que la pieza narra la desesperación del hombre ante el silencio divino; y así hasta el infinito ) que mi humildad me impide hacer una reflexión personal sobre su contenido.
Sin embargo, si me gustaría contar porque me gusta tanto este texto.
Nace casi en un juego, algo que podría estar inspirado en los cómicos del cine mudo de la época y en el mundo de los payasos; personalmente creo que el absurdo del que siempre se habla, no es más que una forma de humor surrealista, cercana a Groucho Marx, por ejemplo. Poco a poco se va generando la repetición y, de una forma aparentemente ligera, se desgranan conceptos mucho más profundos de lo que podría parecer a primera vista.
El segundo acto es la desolación. Todo el juego se convierte en desesperanza, el humor en cansancio, el juego en rutina y el absurdo en una forma de sobrevivir que parece carecer de cualquier sentido.
Creo que Beckett , nos pone frente al hombre aparentemente moderno, ese que ha perdido los objetivos de las necesidades básicas para no encontrar ningún otro que justifique su existencia.
O tal vez nos habla también de la vida como un viaje a ninguna parte. Ese nacer para morir , que de una forma tan cruda describe uno de sus personajes. En cualquier caso, la tristeza puede palparse casi en cada palabra.
No porque el autor no se vea uno de nosotros, es condescendiente con el destino que nos espera , aunque sí posiblemente solidario en el dolor , y de ahí que intente , también en esa parte , el humor como tabla a la que agarrarse.
Me gusta que , en esta estructura de un ritmo incesante , puede vislumbrarse detrás un armazón que la sostiene , que le da un orden y la convierte en lo que es, y ese armazón está construido con lucidez, sensibilidad , compasión e inteligencia.
También , sobre todo, que en un aire de juego o de absurdo , cuando alumbran destellos de amor o de ternura, y sobre todo de poesía, lo hacen como misiles que van directamente desde la boca de los actores a nuestro corazón. 
Mención especial a la escena final. Daban ganas de saltar al escenario a abrazarlos, a salvarlos, a compartir su desesperada espera.
Alfredo Sanzol nos cuenta en el programa de mano, que poner en pie esta obra era un sueño de su vida como director. Cuando se dan esas situaciones , es fácil que el entusiasmo ahogue la moderación. Sin embargo, en esta ocasión no ocurre.
Empecemos por los actores, que merecen aquí un reconocimiento especial:
Vladimir y Estragón son Juan Antonio Lumbreras y Paco Déniz; y lo son durante las dos horas que dura el espectáculo, con el esfuerzo que exigen personajes de esta intensidad , pero también con alma, es decir, no todo es oficio; para conseguir esta alquimia hace falta interiorizar mucho , algo difícil cuando se puede bascular en la superficialidad de un clown; sin embargo, estos dos prodigios , no tienen ni un solo segundo de pérdida.
Lucky y Pozzo son Juan Antonio Quintana y Pablo Vázquez , perfecto contrapunto, capaces de otorgar entidad y singularidad a sus personajes sin convertirlos en fantoches , de utilizar todos sus recursos técnicos para sorprender y hacer reir , aunque esa risa se congele en ocasiones.
Los cuatro son grandes.
Y ya puestos, citar también la perfección de Miguel Angel Amor en su breve intervención . Aquí todo funciona.
Sin duda , la dirección de actores es un valor de un buen director , pero en este caso creo que lo es más crear un desarrollo de una sorprendente delicadeza que parece caminar siempre en el filo de la poesía; es fácil en un texto que habla y usa la repetición , llegar a repetirse, Sanzol consigue que cada frase , cada escena , cada movimiento, tenga su propia entidad.
Me pregunto como consigue que es espectáculo parezca tan luminoso.
En definitiva , Sanzol quería hacer su Esperando a Godot ,y creo que ha cumplido su sueño con cum laude.
Y ahora voy a acabar reconociendo algo : yo nunca había visto anteriormente la obra. Lo siento. Era una de mis carencias y de mis complejos ( todavía me quedan muchas otras ).
Creo que , para los que amamos el teatro, hay piezas que no podemos morir sin ver.
Yo ya tengo mi Esperando a Godot , como Sanzol. Sólo puedo darle las gracias . Lo guardaré para siempre . Como un fabuloso acontecimiento.

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