CINE: LA HERIDA de Fernando Franco

España 2013
Marian Alvarez. Rosana Pastor. Manolo Solo. Ramón Barea

Salgo del cine enamorado de esta película.
A veces aquello que es una sensación, es difícil de transmitir; porque algo te llega tanto, se te hace tan cercano, te enreda, te atrapa.
Es algo así como una relación personal que se establece entre el creador y el receptor. Una conexión íntima y única, y que convierte a aquel que la percibe en un poco propietario de la obra: esta pasa a ser parte de su memoria, de sus recuerdos.
Así, La herida, y yo. Tiene ya su espacio en mi catálogo cinematográfico, un poco mía.
Voy a intentar contarlo, tratas de decir cuales son los elementos que convierten para mi la primera película de Fernando Franco en una cinta inolvidable, aunque en el mejor de los casos, siempre me faltará trasladar la alquimia de buen cocinero, la que hace que la suma de ingredientes forme un todo.
Voy a hablar de tres valores fundamentales:
En primer lugar está el "que".
La historia pivota alrededor de una muchacha con trastorno límite de personalidad. Una joven en principio normal, con un trabajo, una vida corriente aunque algo solitaria y en familia desestructurada pero no en exceso, pero de la que poco a poco vamos percibiendo las cargas de profundidad junto con su dolor y su desconcierto. No en vano, este trastorno no es locura, lo que hace que quien lo sufre sea perfectamente consciente de su estado. Pero el principal acierto del guión, a mi entender, está en la decisión de eliminar cualquier atisbo documental o generalizador: la película es un retrato concreto de una persona concreta y en unos espacios de tiempo concretos; a partir de lo particular podemos llegar a atisbar más cosas, incluso imaginarlas, pero aquí están sólo sugeridas. Y en ese retrato, existe una gran riqueza de situaciones, de comportamientos, de principios y finales, que se desarrollan con la fluidez y la realidad de la propia vida.
En segundo lugar esta el "como".
La caligrafía de Franco es realista, por supuesto, y frecuentemente pegada a la espalda del personaje que nos lleva por los noventa minutos de la película a su lado, pero huye de cualquier exceso, de cualquier búsqueda de estilo que esté más allá de la precisión absoluta y de la vocación de contar.Nada que entorpezca el objetivo principal. Su trazo es de una total transparencia y su depuración consigue una ligereza sorprendente, máxime cuando se trata de un tema que podría dar lugar a múltiples reflexiones ( eso nos lo deja a cada uno ). Su madurez supera la habitual en una ópera prima.
Y en tercer lugar el "quien".
Como ya he dicho, toda la cinta pivota alrededor del personaje de Ana. Era por lo tanto imprescindible contar con una actriz capaz de sostenerlo, de transmitir esa infinidad de sentimientos sin asomarse siquiera al exceso; capaz de ser de forma total un personaje de enorme complejidad. Cuando a raíz del premio en San Sebastián comencé a oir hablar de Marian Alvarez, tuve que preguntarme de que me sonaba esa cara; no tardé en recordar el prodigio de naturalidad que iluminó hace años una hermosa, otra, ópera prima que se titulaba Lo mejor de mi. Su interpretación aquí es un prodigio, tanto por lo que muestra como por lo que sugiere, todas esas heridas que serán mucho más dañinas que los cortes de sus extremidades porque seguramente nunca saldrán a la superficie.
Ella y Fernando Franco son quienes consiguen la dificilísima meta de que lleguemos a empatizar y compadecer a esta mujer, y que su dolor se convierta en el nuestro.
A ambos les agradezco, con esos materiales, haber puesto en pie una de las cintas más valiosas del reciente cine español.

Público

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