CINE: PRISIONEROS de Denis Villeneuve

USA . 2013
Hugh Jackman. Jake Gyllenhaal. Paul Dano. Viola Davis. Maria Bello. Melissa Leo

Prisioneros es sin duda cine negro, pero se trata de una variante particular que la emparenta con películas como Zodiac o Mystic River.
Lo que las convierte en singulares es que se sumergen en el mal, como concepto, como flujo que es la única razón del origen del conflicto; son sin duda cintas con una mucho mayor densidad, y también profundamente oscuras.
El trasfondo tiene por lo tanto también una dimensión moral, e incluso religiosa, y lo cierto es que en muchas ocasiones, a pesar de que el conflicto llegue a resolverse positivamente, dejan un poso desasosegante, seguramente porque nos han mostrado que es el mal un enemigo con el que la lucha será continua, extenuante y a menudo estéril.
Prisioneros comienza con un breve prólogo que es absolutamente identificativo: un hombre recita un padre nuestro mientras enseña a su hijo a cazar; segundos después entonará una declaración de principios contundente: hay que estar siempre preparados para la lucha. Hay en esto cierto primitivismo, cierto sentido de clan, de padre protector.
La trama comienza realmente un poco más tarde en un entorno reconocible, un barrio de clase media en las afueras de una ciudad americana, y un encuentro amistoso entre dos familias, nada menos que en un día tan emblemático como el de acción de gracias. Todo parece perfecto, Incluso la amistad tiene un carácter interracial. Y es ahí donde el mal hace su aparición y todo se desmorona.
El conflicto es en este caso la desaparición de dos niñas pequeñas; posiblemente algo tan cruel que es imposible que no nos sintamos identificados con sus padres. El director parece, de esa manera, invitarnos no tanto a juzgar como a comprender, por muy aterrador que suene.
A partir de ahí el mal comienza a rebosar y a empapar a los miembros de estas dos familias, con la desidia, o la crueldad, o el silencio; con la necesidad de expresar la rabia dañando, o convirtiendo cualquier cosa en tolerable por una luz de esperanza.
Mientras el policía intenta desenredar la madeja, los demás se van introduciendo en el barro. Uno de los logros de este guión es conseguir que ambas realidades caminen perfectamente integradas.
Y, ya lo he dicho antes, hay alrededor mucho de religión, de duelo y fe, de dolor, aunque creo que el Dios que está presente en sus noches lluviosas, en su oscuro invierno exterior e interior, es el Dios del Antiguo Testamento, ese Dios cruel, ese Dios lejano que los seres humanos nunca llegarán a entender.
Prisioneros puede tener algún cabo suelto, pero la atmósfera, enfermiza, es tan envolvente, que no afecta al desarrollo de la historia. Consigue un nivel de tensión superlativo, una angustia creciente y, por supuesto, un entretenimiento de primer orden a pesar de alcanzar las dos horas y media.
Contribuye el equilibrio interpretativo entre la pareja de protagonistas, creo que ambos en una de sus creaciones más complejas.
Después de Incendies, no esperaba deVilleneuve un thriller convencional.
No lo es.
Y tampoco nos deja cómodos, porque al salir del cine sabemos que ninguno de sus personajes podrá nunca volver al paraiso, y nos queda la duda, la pregunta no planteada, de que habríamos hecho nosotros en su caso.

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