CARTA DE ADIOS A UNA CONOCIDA

Con ella soñamos que volvíamos a Manderley.
Recuerdo Rebeca como uno de los islotes de la infancia en los que el cine aparece marcando el camino, aquel fantasma con el que luchaba una mujer incapaz de entender las sombras.
Se llevó su Oscar por seguir sufriendo, no podía ser de otra manera, en la exquisita Sospecha, esa perversión del amor de la mano del gordo más cruel.
Pero me quedo con su mirada en Carta a una desconocida, esa joya del romanticismo, en que... lo han adivinado, seguía sufriendo.
Está en el recuerdo de muchos, de todos aquellos que aprendimos lo que era el cine en los clásicos. Tuvimos esa suerte.
En el día de hoy nos han dejado dos referentes de nuestro pasado.
Un día triste. O no, si pensamos que ya son eternos.

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