TEATRO: DESDE BERLIN. TRIBUTO A LOU REED de Juan Villoro. Juan Cavestany y Pau Miró

Director- Andrés Lima
Intérpretes: Pablo Derqui. Nathalie Poza

Sabemos desde hace mucho que no existen ángeles en la tierra; cuando nos topamos con alguien que nos confunde, no suele ser más que un humano que intenta volar y que, por ello, está indefectiblemente condenado al fracaso.
Todos alguna vez hemos experimentado ese anhelo desl paraíso perdido, esa necesidad de tocar el cielo, agarrarlo y traerlo a nuestra habitación; lo único que conseguimos son retazos, llamaradas fugaces, y mientras tanto la vida real se nos escapa entre los dedos.
Para alargar esos momentos en que parece que nos hemos convertido en pura esencia del gozo, en pequeños dioses, hay muchas propuestas artificiales, el alcohol, pero especialmente las drogas.
Este ansia, más expuesta en otras épocas de descubrimiento de la libertad, ha existido y seguirá existiendo siempre, alimentado por la búsqueda de la felicidad, pero también por algo tan humano como el miedo.
Mientras tanto, mientras algunos echan el ancla en ese estado irreal, no son conscientes de que el tiempo siempre pasa, siempre transcurre con una lógica cruel e imparable. Y se termina la belleza, y el goce por repetido pierde su sentido, y llega el cansancio...
Al final quedan cosas: queda el recuerdo de la imagen del fuego, queda la poesía, quedan los sueños infantiles que se han conseguido salvar de la quema, queda dolor, un dolor infinito.... no mucho para toda una vida.
De este trata Desde Berlín. De lo que se puede perder y conseguir por querer vivir toda la vida de golpe, como si estuviésemos siempre al filo de perderla. Como si fuésemos ángeles; sin darnos cuenta de que al final esos ángeles siempre terminan convertidos en fantasmas, almas en pena.
No soy conocedor de la obra de Lou Reed para saber lo que esta historia, contada a trozos desde el recuerdo, le debe a sus canciones. En cualquier caso, es un texto vivo, brutal, cruzado de flechas de poesía y lleno de carne.
Para ponerlo en pie, Andrés Lima cuenta con el soporte continuo de la música de Reed en forma de banda sonora omnipresente, casi un musical de bolsillo, y dos pantallas que reflejan unas imágenes en constante estado de alucinación. Y por supuesto dos actores que se entregan en cuerpo y alma; no conocía la fuerza de Derqui, sigo fascinado por la voz de Poza que al mismo tiempo dice y cuenta y ahora también canta.
El espectáculo, excelente, es violento, agresivo, bellísimo, hipnótico.
Sólo dura una hora y cuarto.
Se agradece.
No sólo porque hubiese sido difícil mantener ese ritmo tan epidérmico un minuto más, sino porque hubiese sido demasiado doloroso soportarlo.

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