CINE: EL HIJO DE SAUL de Laszlo Nemes

Hungria. 2015
Gaza Rohrig. Levante Molnar. Urs Rechn. Sandor Zsoter. Todd Chaumont. Bjorn Freberg. Uwe Laver. Attila Fritz. Kamin Dombrowski. Christian Harting

No sé como comenzar este comentario.
Se ha dicho mucho sobre esta cinta de nombre bíblico, tanto en lo que se refiere a su contenido como, sobre todo, a su elección formal, a su caligrafía.
No es diferente , salvando las distancias , de la prosa de Herta Muller , donde vía simbolismo, no se produce un retrato realista del dolor y del miedo, sino que muchas veces este se intuye . Y lo que se intuye, o la sensación que produce , supera muchas veces a la realidad : no es más que una manera de empapar el hecho en si con los sentimientos y sensaciones que nos produce.
Hay , desde ya hace tiempo, debates sobre si mostrar el Holocausto con toda su crudeza es algo pornográfico , o necesario. Sobre lo legítimo de crear un producto de entretenimiento utilizando la barbarie; sobre si dar ese paso sirve de algo cuando lo cierto es que nunca se llegará a mostrar en su totalidad el verdadero horror que habitó en aquellos lugares.
Personalmente creo importante todo aquello que ayude a no olvidar.
Pero nada de esto me parece aplicable en el caso que nos ocupa: El hijo de Saul no puede estar más alejado de lo que se entiende como entretenimiento.
No consigo saber si la incomodidad que me asalta durante toda la cinta , mezclada con una profunda admiración hacia su director, tiene que ver con mi necesidad de percibir cualquier mensaje de una forma más cómoda o más diáfana. No sé si todo lo que percibo, lo que me viene a la mente a las veinticuatro horas de su visionado, ya estaba allí o es incorporación mía. No sé si lo que he sentido, lo que siento, es suficiente para convertirme en un ser humano con el derecho a vivir que no tuvieron aquellos que esta película retrata...
Supongo que hay arte fácil y arte que decide no serlo.
Este no lo es. Pero me siento incapaz de por ello cuestionar su grandeza.
Decía al inicio que su título tiene tintes bíblicos. Así es. Y lo cierto es que podemos considerar como una alegoría, casi de leyenda, esa fina línea argumental que recorre la narración y que otorga a su protagonista una entidad diferenciada del conjunto; esa línea que no deja de ser incomprensible en algunos momentos y que culmina con una sonrisa, la única, frente a un contraplano que posiblemente sea la imagen más limpia de toda la película.
Pero para ello, para asistir a la extraña lucha de este hombre, casi su locura, tenemos que habitar el horror, un espanto que se nos muestra de una forma tan salvaje que nos engulle, que nos escupe la brutalidad no sólo utilizando lo que vemos sino , fundamentalmente, lo que no vemos, lo que escuchamos o presentimos. Y este horror está poblado por supervivientes en presente, porque para seguir ahí, está claro que tienen que haber renunciado al alma, convertirse en bestias que sólo en alguna ocasión deciden ayudarse unos a otros, parece que más como una reacción fisiológica para sentir que no se han perdido del todo, que como elección.
Nunca se nos ha mostrado de una forma tan clara el infierno.
No sé como, seguiré pensando en El hijo de Saul.
Creo que es una historia que trasciende su valor cinematográfico. O quizás su valor cinematográfico principal esté precisamente en trascenderse.

Público

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