NOVELA: EL CASTILLO DE DIAMANTE de Juan Manuel de Prada

Espasa
450 páginas

Las Máscaras del Héroe consagraron a Juan Manuel de Prada, un muy buen escritor, como uno de los narradores más interesantes del panorama español.
Su paso por el Premio Planeta no es mi obra favorita pero sí otras como La Vida Invisible o Las Esquinas del Aire.
Tras leer la anterior a la que nos ocupa, Morir Bajo tu Cielo, me encontré con que aquella promesa, fresco, transgresor, excelente manejador de palabras y apasionado contador de historias, parecía haber decidido decantarse por un género tan en boga y consecuentemente tan rentable como el de la novela histórica.
Esta aproximación al personaje de Santa Teresa y a su relación con la Princesa de Eboli parecen confirmarlo.
Bien.
Ya he dicho antes que el autor me parece un muy buen escritor, eso hace que todas sus obras sean una gozada desde el punto de vista léxico y gramatical.
El hecho de que lo que yo esperaba de él se haya derivado hacia propuestas de género mucho más convencional, no es en ningún caso base para juzgar su obra.
En cualquier caso, creo que El Castillo de Diamante tiene más de conmemoración que de proyecto personal. Si en Morir Bajo tu Cielo se podía encontrar la recuperación de la novela clásica de aventuras con la excusa de la historia, aquí existe cierto estatismo que no se justifica en la creación de unos personajes que parecen adornados con capricho para hacer más atractiva la narración. Estoy de acuerdo en que es difícil, sino imposible, determinar la verdadera naturaleza de ciertos protagonistas del pasado y que, por ello, cualquier elucubración sería aceptable, pero me cuesta pensar en el maquiavélico Antonio Pérez como el fantoche presuntuoso que aquí aparece o en la de Eboli con la colección de arrebatos histéricos de la última parte.
De Prada no se acerca a la historia como Stefan Zweig ni parece pretenderlo, aunque sí había otro rigor en Las Esquinas del Aire.
Personalmente, tengo que decirlo, esta posición en su carrera me interesa mucho menos. Aun así no podemos negarle los valores que le hacen seguir siendo un muy buen escritor.

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