TEATRO: JARDIEL, UN ESCRITOR DE IDA Y VUELTA de Enrique Jardiel Poncela

Dirección y versión.- Ernesto Caballero
Intérpretes.-
Jacobo Dicenta. Lucía Quintana. Paco Ochoa. Paco Deniz. Chema Adeva. Felipe Andrés. Raquel Cordero. Luis Flor. Carmen Gutierrez. Paloma Paso Jardiel. Cayetana Recio. Macarena Sanz. Juan Carlos Talavera. Pepa Zaragoza

Cuando yo empecé a disfrutar del teatro, hace ya muchos años, encontrar obras de Enrique Jardiel Poncela en el olvidado Estudio 1 de TVE era lo habitual.
También cuando llegué a Madrid, en la cartelera era fácil que hubiese una o dos de sus piezas.
Sin embargo, con el tiempo, como muchos otros escritores nacionales, fue perdiendo presencia hasta llegar a la situación actual en que su talento resulta prácticamente ignorado.
Personalmente siempre he disfrutado de sus comedias. Conseguía algo tan difícil como alcanzar un humor inteligente a través del absurdo y la poesía. Y aunque posiblemente algunos de sus escritos hayan sufrido el polvo del tiempo ( como por otro lado ocurre a muchos escritores a los que hoy día se sigue alabando ) , estoy seguro de que hay mucho recuperable en su catálogo.  
Esta representación deja claro que no soy el único que lo piensa. Alguien tan importante en el teatro de nuestro país como Ernesto Caballero, parece estar de acuerdo, y de ahí que se decida a levantar nada menos que en el María Guerrero esta excelente producción con tintes de homenaje.
La comedia es Un marido de ida y vuelta, considerada en su día por el autor como una de sus mejores obras. Lo que se nos ofrece es una versión metateatral que permite al propio Jardiel subir al escenario e incluso dar alguna explicación , leve, sobre su persona.
He leído críticas que alaban esta propuesta y otras que consideran que no aporta nada, personalmente no me molesta e incluso le da ese aire diferente que quizás haga más actual el juego. Sin duda, ayudada por un magnífico decorado de Paco Azorin muy bien utilizado.
Este Jardiel, tiene muchos valores:
En primer lugar la propia obra. Un juguete cómico pefectamente escrito, muy divertido y todavía fresco. Quizás lastrado mínimamente por su edad.
Esto enlaza con el segundo acierto. Ernesto Caballero no sólo no ha pretendido actualizar la propuesta sino que ha conseguido asumir lo añejo, tiñendo la representación con un aire ligero de antiguedad nostálgica que se respira, sin que en ningún caso entorpezca sino provocando cierto nivel de ternura.
Contribuye una interpretación vital, teatral, muy colorista.
También la excelente utilización de los recursos con los que cuenta un teatro público y que no siempre son bien utilizados. Ya he citado el decorado, también a los intérpretes, nada menos que catorce actores en escena, y no podía dejar fuera del comentario el vestuario, en especial ( de nuevo un guiño a lo añejo ) el que convierte a la "primera actriz" ( término de antaño ) en una perfecta maniquí.
Jardiel Poncela fue al parecer un hombre adicto al régimen franquista ( la explicación que aquí nos ofrece su personaje, simple, tiene el matiz de una petición de perdón, cuestionable ). Esto, junto con el hecho de que sus obras se enmarcasen en la comedia, y muchas veces en la alta comedia burguesa, parece haberle ganado el desprecio de las nuevas generaciones. Es injusto. Para él y su obra pero también para aquellos que no han tenido la suerte de poder disfrutar de un teatro muy bien escrito que sólo pretendía algo tan difícil y tan necesario como hacer reír.
El homenaje de Caballero es muy merecido y muy de agradecer. Espero que ese "de ida y vuelta" sea premonitorio y que, al calor del público que está llenando esta representación, sus obras regresen a nuestras salas como se merecen.
Además, esto debería de servir para recordar a otros olvidados como Mihura, las primeras obras de Alfonso Paso, Edgard Neville, y, en clave trágica, Buero Vallejo. Es mucho lo que nuestros dramaturgos han dejado como legado. Está bien buscar nuevas propuestas, pero no por ello es necesario dejar de mirar atrás.
Gracias, de nuevo y con emoción, a Ernesto Caballero.
Ayer pasé una gozosa tarde teatral, compartida con mi familia, y con muchísimos otros que abarrotaban en María Guerrero y que aplaudieron a rabiar.

Público
 

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