CINE: EL VIAJANTE de Asghar Farhadi

Irán 2016
Shahabb Hosseini. Tareneh Alidoosti. Batak Karimi. Mina Sadati.

Hay una escena crucial en esta potente película.
Una escena vacía pero con un contenido inquietante. La mujer abre la puerta a quien cree que es su marido. Está en la ducha por lo que la deja abierta sin preocuparse en esperarle y asegurarse de que es él quien llega.
Esa puerta, posiblemente empujada por lo goznes, se va abriendo poco a poco sin que nadie aparezca detrás. La imagen es sobrecogedora sin que sepamos muy buen porque. Sólo somos conscientes de que algo va a ocurrir.
Hasta ese momento hemos conocido a la pareja protagonista, su dedicación al teatro, donde están a punto de estrenar nada menos que La muerte de un viajante de Arthur Miller; sus amigos, las clases que él imparte, de literatura. En la sociedad iraní, cruzada por el miedo, las normas y la censura, ellos, a pesar de estar adscritos a lo establecido, son un aire de vanguardia, de búsqueda de nuevos caminos a través de la cultura.
No parecen ser personas mediatizadas por la religión ni, consecuentemente, vinculadas a las tradiciones.
Ella parece una mujer más libre, considerada por su marido con un respeto europeo.
Pero se abre una puerta.
Y esa puerta va a dejar entrar un acontecimiento dramático que pondrá patas arriba el aparente orden en el que viven. en el que vivían hasta ese momento.
El viajante es de nuevo un relato con estructura de thriller para trasladarnos una crónica de la sociedad de su país y de lo que está ocurriendo en los últimos años; ya lo hizo en Nader y Simin, esta vez es más contundente.
Porque a partir de esa puerta abierta, los dos personajes principales desarrollan su comportamiento de manera diferente, aunque los dos asumen la lacra decidiendo no denunciar lo ocurrido, y por supuesto ambos tienen que pasar ese periodo de desconcierto que sigue a estos sucesos, más todavía en ese entorno, tan radical en lo referente a la posición de la mujer.
Uno de los dos, no puede evitar actuar de acuerdo con la que posiblemente haya sido su educación, con las referencias que posiblemente habría denostado en otras personas y que lo alejan de aquella imagen que parecía querer alcanzar.  Al final, parece que su oposición, su aparente revolución ante el inmovilizo tiene poca profundidad. La dureza de sus sentimientos y el arraigo de sus tradiciones salen a la superficie frente a la tensión.
El otro, tras sufrir e intentar comprender, y sin que su reacción sea en ningún caso totalmente ajena a la contaminación del entorno , es capaz de dejar de lado el dolor y la vergüenza, para admitir el perdón y la compasión como único camino para poder avanzar sin la violencia que ha existido hasta entonces a su alrededor, la paz y la misericordia como la única respuesta aceptable si quieren alcanzar un futuro diferente.
De todos modos, uno de los principales valores de la propuesta es la humanidad de sus personajes a pesar de la universalidad del debate. Rana y su marido no son arquetipos al servicio de una tesis, sino personas con todas sus esquinas. Seres singulares.
El viajante es un retrato crudo.
No pretende dulcificar ni justificar. Ni siquiera dar respuestas o posicionarse de forma clara. Aunque me cuesta no creer que, en un país abundado de silencios y secretos ( veo muy interesante el comportamiento de la familia del viajante ante aquello que no comprenden ), Farhadi no se decante por el perdón.
Un perdón que es capaz de hacer tan amplio, que incluso, parece querer decir la última escena, llega a perdonar a quien no perdonan.
El viajante es una película muy bien escrita, con un guión perfecto que, centrado en lo privado, abre las ventanas para que lo público enmarque perfectamente los acontecimientos. La realización cuenta con una caligrafía sólida, muy creativa visualmente, a la hora de trasladar la claustrofobia del relato.
El resultado, excelente, es una muestra más, no sólo de la capacidad de un director cada vez más interesante, sino también de la importancia del cine y su capacidad para obligarnos a reflexionar sobre un mundo que no es tan cercano como creeríamos. Del cine como notario, como agitador, como referente de la verdad, de verdades que a veces nos costaría reconocernos a nosotros mismos.

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