CINE: HANDIA de Aitor Arregui y Jon Garaño

España 2017
Joseba Usabiaga. Eneko Sagardoy. Ramón Agirre. Iñigo Aramburu. Alia Kruse. Iñigo Azpitiarte

Hace varios años, me sorprendió la perfección narrativa y el sustrato poético de la ópera prima de dos directores vascos, Loreak.
A pesar de estar rodada en euskera, apoyada económicamente por el Gobierno Vasco y desarrollarse claramente bajo el cielo húmedo de esa tan querida y conflictiva región, no había en ella ninguna referencia política, ninguna alusión tendenciosa, nada que la apartase de ser una historia de vocación universal.
Vuelven de nuevo el mismo equipo.
Pero esta vez se enfrentan a una narración histórica.
De nuevo está absolutamente ligada a esa tierra, la historia real del gigante de Altzo, un muchacho que nunca dejó de crecer y que terminó convirtiéndose en una atracción de feria que recorrió media Europa.
Y de nuevo la afrontan con esa vocación universal, sin ningún mensaje autóctono, más allá del costumbrismo que enmarca toda la narración.
Lo primero que quiero señalar es lo excelente de la producción. Hace ya tiempo que el cine español que recreaba tiempos pasados, dejó de parecer de cartón piedra, es cierto, pero en Handía no sólo la dirección artística y el vestuario son exquisitos, sino que el uso que hacen de ellos, la caligrafía, es singular.  Contribuye a ello una mirada extrañada, compuesta en un montaje atrevido y eficaz y, sobre todo, en una fotografía magnífica. Gracias a todo ello, Handía es una película muy hermosa estéticamente. Cuidada con mimo hasta su último detalle, donde cada escena es casi una pintura.
Pero la elección de la mirada no es sólo estética, sino cuestión de clima.
Tras las primeras explicaciones, la introducción temporal,  el protagonista se enfrenta a una tumba vacía, una imagen  que regresará al final, dando un carácter circular a la narración. En cualquier caso ese cuadro, bajo un cielo plomizo y con fondo de cementerio rural, tiene mucho  de evocador, de referencia literaria, y es que, no en vano, la película está estructurada en capítulos, como si se tratase de una novela.
Más que una novela, Handía es un cuento.
No tanto por su longitud, una epopeya que recorre décadas y países, sino por su tono y sus personajes, y sobre todo, la pureza de los sentimientos que invoca. Es a fin de cuentas una historia real alrededor de un monstruo tierno, aquel que sólo tangencialmente se aprovecha de sus condiciones, el que quiere ser normal. Un hombre elefante, un frankenstein, un alma herida, un niño al que le crece todo menos la maldad y el conocimiento.
Es difícil no quedarse con las ganas de abrazarle, protegerlo, ofrecerle el refugio que seguramente sólo recibió en su hermano.
Son ellos dos, su relación y su lucha por sobrevivir el puntal de la historia que podía haber elegido muchos otros, seguramente más crueles y efectistas, pero optar por la relación fraternal quiere decir mucho sobre el tono deshonestidad y de limpieza, de humanidad en definitiva, que los directores quieren utilizar.
El aliento visual del que antes hablaba, le otorga a toda la cinta un aire de leyenda antigua con algo de gótico, un tono que produce cierto nivel de distancia pero que le sienta a la perfección a esta historia.
Handia es un cuento triste.
Un poema visual sobre la diferencia y el miedo.
Una historia de amistad.
Y, con todo ello, es una excelente película de un gran nivel.
Cine vasco. Cine español. Cine.
Revisando el comentario que en su día escribí sobre Loreak, me encontraba con que alaba su ambición frente al minimalismo reinante en cierto tipo de cine. Pues bien, esa ambición sigue creciendo. El resultado, ya lo he dicho, está a la altura, y sólo nos queda esperar que esta pareja de directores siga ofreciéndonos grandes cosas, y por supuesto, recordándonos que el cine, como cualquier otra forma de arte, es un regalo universal sin tener que renunciar por ello a ser local.

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