CINE: EN CUERPO Y ALMA de Ildikó Enyedi

Hungría 2017
Alexandra Bordely. Morcsanyi Geza. Ervin Nagy. Pal Macsat. Julia Nyako. Tamas Jordan. Gusztav Molnar. Istvan Kolos. Annamaria Fodor

Cuando el cine de los países de Europa del Este comenzó a acceder de forma generalizada a las pantallas de todo el mundo, principalmente a través de festivales, sorprendió muchas veces con la dureza de su crónica. Un cine realista que nos mostraba una sociedad que muchos creíamos superada, no exenta en muchos casos de sordidez.
Ha pasado el tiempo.
Ese realismo inicial ha dejado paso, sin perder su esencia, a nuevas formas, a búsquedas que se han materializado en productos tan solventes como, por ejemplo, Sieranevada, pero también, por otro lado, se ha actuado sobre el contenido.
Esos paisajes de noche larga y bosques eternos, han sido en muchas ocasiones, escenarios de cuentos y fantasías; son miles las leyendas que adornan su historia. Por eso no es extrañar que el sustrato del cuento se haya introducido en sus narraciones.
El año pasado, El Tesoro, sorprendió por su capacidad de escribir una fábula que, sin alejarse de lo cotidiano y sin la necesidad de incluir elementos fantásticos, dibujaba un cuento tan tradicional como reconocible, a pesar del extrañamiento del entorno.
En Cuerpo y Alma va más allá, porque aquí la fantasía es la base.
Lo más logrado es precisamente encajar esa fantasía en un escenario que en ningún momento abandona su condición hiperrealista, su dureza, representada por un matadero en el que asistimos al sacrificio de las reses sin ningún paliativo. Es ahí donde, con absoluta naturalidad, se coloca una fábula que, desde su inicio, nos remite a otro tipo de historias muy diferentes.
Hay un héroe tullido y hay una princesa ausente y afásica que arrastra una maldición. Pronto son conscientes de que sus sueños coinciden, de que viven juntos una dimensión diferentes donde recorren, en forma animal, bosques cargados de nieve.
Comienzan, sin buscar explicaciones, una relación tan extraña como hermosa y magnética.
A partir de ahí, y hasta llegar al final que cerrará el círculo, la cinta tiene que alejarse de la magia para hacerse patente, para poder avanzar. Podemos entonces echar de menos lo onírico pero el director ya nos ha hecho querer a sus personajes y, a cambio, nos proporciona humor y ternura. Sobre todo, en ningún momento pierde la coherencia en lo que nos cuenta, a pesar de la dificultad de transitar en un límite difuso entre dos atmósferas, precisamente, conseguir que ese límite sea difuso es, creo, uno de sus mayores logros.
La caligrafía, cuidada y puntillosa, consigue alcanzar la belleza cuidada, delicada, transmitiendo una obra con un carácter poético, posiblemente ajena a las modas y siempre hipnótica. Tengo la sensación de que el director la cuida como una pieza delicada, y así, con ese mimo y la seguridad de estar haciendo algo único, nos la entrega.
En Cuerpo y Alma es una película preciosa, que no engaña a la hora de mostrar el tiempo en el que se mueve pero que nos eleva invitándonos a pensar que la magia puede existir en cualquier lugar.
Soñemos.

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